Jordi Parramon, que cerró su restaurante homónimo en Vic en 2012 para cambiar radicalmente de vida, sirve ahora sus recetas en este restaurante del Gòtic que reivindica la cocina tradicional barcelonesa
Tras renunciar a una estrella Michelin y cerrar su restaurante homónimo en Vic; Jordi Parramom viajó por el mundo, visitó países en conflicto, hizo fotos de restaurantes de carretera y reemprendió su pasión por la psicología y la antropología. Cuando colgó la chaquetilla, en 2012, y cambió radicalmente de vida; nadie pensaba que este cocinero, que allá por los 90 formó parte del grupo Joves Amants de La Cuina, volvería a los fogones. Encontrar sus recetas doce años más tarde en La Palma de Bellafila, que acaba de abrir en el Gòtic, ha sido sin duda una grata sorpresa.
Cuentan Albert Rial y Judith Giménez, al frente de la humilde bodega La Palma y copropietarios junto al sumiller Alain Salamano (ex Terraza Martínez y Bodega Amposta) del nuevo establecimiento, situado en el espacio que antes ocupaba el Pla, que nunca buscaron que Parramon tomara las riendas de la propuesta culinaria. De hecho, lo que ocurrió fue una casualidad. “Un día, después de una cata, Albert y yo fuimos a comer a un restaurante de Vic. Nos lo encontramos y nos pusimos a charlar. Le explicamos el proyecto y le interesó”, explica Salamano, añadiendo que en ese momento ni siquiera conocían la historia del cocinero. Fue, más tarde, leyendo No soc un dels vostres, (Ara Llibres) de Marc Casanovas, cuando entendieron realmente quién había sido Parramon y cuál había sido su aportación al mundo de la gastronomía.
Cuando se pusieron manos a la obra a trabajar en la carta, que Parramon asesora y el chef Andrés Ortiz ejecuta, solo le dieron algunas directrices: querían ofrecer cocina tradicional barcelonesa a precios asequibles. Una propuesta de esas que ya no quedan en el Gòtic: sardinas marinadas con uva, sesitos de cordero rebozados, una excelente oreja de cerdo frita, así como también lo es el conejo frito. Todo por y para los vecinos del barrio, sin pensar mucho en el turista, aunque también es bienvenido.
Destacan entre los platos que proponen los macarrones (con queso gorgonzola) y el morro de bacalao confitado con ajo negro y tomate. También los originales bikinis, como el que preparan con queso, pesto y piñones. De los postres, nos encantó el pijama de la casa, una combinación dulce que se inventó en un restaurante cercano: el histórico 7 Portes.
Acaban de arrancar, pero Salamano y Rial, que son dos grandes apasionados del vino y amigos desde hace años -se conocieron en las calles del Gòtic haciendo barrio- , cuentan con una bodega bastante bien surtida. Como no podía ser de otra manera, si querían ser coherentes con la propuesta, han querido que la mitad de las referencias de la carta procedan de Catalunya.
No se pierdan tampoco las sugerencias del día -como losrossinyols salteados que están sirviendo estas semanas- de este establecimiento.
Artículo de Yaiza Saiz para La Vanguardia