Se define como una persona feliz. «Y más si ves que vas cumpliendo tus objetivos, pero consciente de que no hemos hecho nada, el mundo es enorme y queda mucho por hacer. Frustrante, pero también lleno de la adrenalina necesaria para hacer cosas». Dani García, 45 años, desde los 17 en la cocina. Con un grupo empresarial —Grupo Dani García— expandiéndose a lo largo y ancho del globo, apela constantemente a su equipo: «Estoy rodeado de mucha gente y muy buena, y sé que yo debo transmitir esas ganas».
Tenía 24 años cuando ganó su primera estrella Michelin. Estaba en Tragabuches, su primer destino, en Ronda (Málaga). «Entonces no había ni gala de entrega, descubrí que había un mundo que se llamaba Michelin y dije: ‘Pues vale, vamos a por la segunda’. Fue la época del desconocimiento, pero también de la gran libertad en cocina, la de finales de los 90. Lo dije el día de la última cena, delante de todos mis amigos: ‘No veremos una generación como esa».
Martín Berasategui fue su mentor y su primer escenario en la alta cocina. «Recuerdo que mi madre me dio un móvil, mi primer Motorola, que era una caja (ríe). Me decía : ‘Niño, te vas al País Vasco, llámame de vez en cuando». Con Martín todo era otro planeta. «Un flan salado o esa espuma de patata con una bombona metida en la nevera, aquello fue una fiesta». El donostiarra le influyó de forma crucial; también la revolución Adrià, la sutileza de Joan Roca o los fondos de Manolo de la Osa. «Luego llegó Nobu, con el que aprendí que hay otras cocinas». Y su madre, Isabel, «la que siempre me ha mantenido los pies en la tierra».
A Dani le gusta hablar, pero también observar a su equipo y transmitir ganas, muchas ganas. Hoy, con siete BiBos por el mundo, Leña, Smoked Room y Lobito de Mar, y tras abrir Dani Brasserie, en la exclusiva terraza del Four Seasons (todos en Madrid), reflexiona: «¿Tengo éxito? No lo sé. Creo que me quedan muchas cosas por hacer. ¿Qué es el éxito? ¿Conseguir tu primera estrella? Yo tenía 24 años y fue a partir de ahí cuando fue creciendo la burbuja del reconocimiento, pero eso lo vas asimilando poco a poco. ¿Tener tres estrellas es tener éxito? No lo veo de esa manera, el mayor logro para mí es conseguir la libertad».
Al chef malagueño le gusta abrir el melón, contar aquellos puntos de inflexión que marcaron los hitos en su trayectoria. «Mucha gente cree que el gran cambio llegó en 2019, cuando cerré el tres estrellas Michelin, pero todo venía de mucho antes. De hecho, creo que a veces se entiende que lo que yo hago es lo que hay o no hay que hacer… Y simplemente es mi experiencia. No hay que compararla con el resto de cocineros ni con nadie. Cada persona elige su tipo de vida según las circunstancias que ha vivido».
Y las de él le llevaron a aunarse con Javier Gutiérrez, su socio en esto de emprender, el que empujó a Dani a abrir BiBo Madrid. «Tenía miedo, pero fue el principio de algo importante». Y el engranaje no paró ni siquiera en la pandemia, cuando apostó por su propio delivery, La gran familia mediterránea. Libertad, siempre libertad. «¿Cómo voy a hacer todo esto, viajar mañana a Qatar, a Arabia Saudí, Nueva York, teniendo un restaurante tres estrellas Michelin? Puedo hacerlo, sí, pero no lo voy a disfrutar».